Historia

No fue la Biblia: los expertos revelan cuál fue el verdadero primer libro escrito por el ser humano

El primer libro de la historia
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Cuando se habla de los grandes pilares de la civilización, es casi imposible no mencionar a los libros. Mucha gente cree que la Biblia fue el primer libro escrito por el ser humano, pero en realidad, está muy lejos de ostentar ese título; los estudios arqueológicos y las investigaciones históricas apuntan hacia una obra mucho más antigua, menos conocida por el público general, pero con un mensaje tan profundo que sigue resonando en pleno siglo XXI: «La Epopeya de Gilgamesh».

Escrita miles de años antes de Cristo, esta narración épica originaria de la antigua Mesopotamia no sólo es considerada la primera gran obra literaria, sino que además toca temas que, curiosamente, siguen siendo extremadamente actuales: el agua, el poder, la muerte, la amistad, la inmortalidad… Todo ello converge en un relato que nos recuerda que, pese a la tecnología y los avances modernos, seguimos haciéndonos las mismas preguntas fundamentales desde los albores del tiempo.

¿Cuál primer libro escrito por el ser humano?

Durante años, muchos han creído que La Biblia, con su gran valor espiritual e histórico, fue el primer libro escrito por el ser humano. Sin embargo, los registros arqueológicos y lingüísticos narran una historia muy distinta. El honor de ser el primer libro del que se tiene constancia recae sobre «La Epopeya de Gilgamesh», una obra que nació en las antiguas tierras de Babilonia, escrita en escritura cuneiforme sobre tablas de arcilla. Su creación se remonta a un periodo comprendido entre los años 2000 y 1500 a.C.

Esta obra no se conserva en un único manuscrito, sino que ha sido reconstruida a partir de fragmentos encontrados en diferentes yacimientos, especialmente en la biblioteca de Asurbanipal en Nínive, que fue descubierta a mediados del siglo XIX. Se trataba de un conjunto de once tablas de arcilla que narraban las aventuras del rey Gilgamesh, un monarca parcialmente divino de la ciudad de Uruk, cuya historia mezcla hechos heroicos, elementos mitológicos y profundas reflexiones filosóficas.

Lo fascinante de «La Epopeya de Gilgamesh» no es sólo su antigüedad, sino también su contenido. Esta obra, considerada la joya literaria más antigua del mundo, no sólo relata aventuras. También aborda con sorprendente lucidez temas existenciales como la amistad, la mortalidad, el dolor por la pérdida y la búsqueda de la inmortalidad. Gilgamesh, tras la muerte de su inseparable amigo Enkidu, emprende un viaje en busca de respuestas, desesperado por encontrar una forma de burlar la muerte.

En ese camino, el héroe se encuentra con Utnapishtim, un personaje que sobrevivió a un diluvio enviado por los dioses, un relato que recuerda inevitablemente a la historia de Noé en la Biblia. Este paralelismo ha llevado a muchos estudiosos a considerar que «La Epopeya de Gilgamesh» pudo haber influido en los textos bíblicos que se escribieron mucho tiempo después.

Uno de los pasajes más impactantes de la epopeya gira en torno a Ishtar, la diosa del amor y la guerra, quien, despechada por el rechazo de Gilgamesh, pide a su padre Anu que envíe al Toro del cielo para castigar a la humanidad. La llegada de esta criatura trae consigo devastación, plagas y sequías. El agua desaparece, la tierra se agrieta y la vegetación muere. Gilgamesh y Enkidu logran matar al toro, pero la furia de los dioses no tarda en alcanzar a Enkidu, quien es condenado a morir.

Este fragmento, más allá de su carga mitológica, parece una advertencia que ha cobrado una vigencia inquietante en nuestros días. El agua, ese recurso vital, se ha convertido nuevamente en un símbolo de lucha y preocupación global. Sequías extremas, ríos que se secan, incendios forestales y migraciones forzadas por el clima nos recuerdan que, tal como en tiempos de Gilgamesh, el equilibrio de la naturaleza sigue siendo frágil y sus consecuencias, devastadoras.

Un legado silencioso

A pesar de su enorme importancia, «La Epopeya de Gilgamesh» ha permanecido durante siglos en la sombra, eclipsada por otras obras literarias más difundidas. Solo en las últimas décadas ha comenzado a recibir el reconocimiento que merece. No solo como documento histórico, sino como un texto con una fuerza literaria y emocional extraordinaria.

De hecho, algunos expertos creen que muchas de las estructuras narrativas que hoy utilizamos en la literatura, el cine o incluso los videojuegos, tienen su origen en este tipo de relatos arcaicos. El viaje del héroe, el dilema moral, la prueba de valor, el descenso al inframundo… son elementos que aparecen por primera vez en Gilgamesh y que siguen siendo la columna vertebral de nuestras historias modernas.

Leer «La Epopeya de Gilgamesh» hoy no es sólo un ejercicio académico. Es una experiencia profundamente humana. Nos conecta con nuestros ancestros, con sus preguntas y sus miedos, con su manera de entender el mundo. Y, sorprendentemente, nos muestra que en lo esencial, no hemos cambiado tanto. Seguimos buscando sentido a la vida, tratando de entender la muerte, luchando por dejar una huella.

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